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Ubicado en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, a unos pasos del Zócalo capitalino, el Museo de la Tortura ofrece una experiencia tan fascinante como perturbadora. Este museo, también conocido como el Museo Inquisición y Delitos, invita a los visitantes a explorar uno de los capítulos más oscuros de la humanidad: los métodos de tortura utilizados desde la Edad Media hasta la época moderna, en contextos como la Inquisición, juicios religiosos y castigos civiles.
Al ingresar, el ambiente cambia: luces tenues, música ambiental inquietante y una museografía cuidadosamente diseñada te sumergen en un entorno que recrea la brutalidad del pasado. A través de salas temáticas, el museo exhibe más de 70 instrumentos de tortura originales y réplicas, acompañados de paneles informativos en español e inglés que explican su funcionamiento, contexto histórico y finalidad.
Entre las piezas más impactantes destacan:
La doncella de hierro, un sarcófago con clavos en su interior.
El potro, una máquina diseñada para dislocar las articulaciones.
La silla inquisitorial, cubierta de puntas metálicas.
La pera oral, vaginal o anal, usada como castigo humillante y doloroso.
Cada objeto va acompañado de historias reales, datos históricos y hasta representaciones con figuras humanas de cera para dimensionar la brutalidad de estas prácticas.
Aunque el museo puede ser perturbador, su objetivo no es el morbo, sino la reflexión sobre el uso del poder, la intolerancia y la violación de los derechos humanos a lo largo del tiempo. Muchos visitantes salen con una nueva conciencia sobre la importancia de los derechos fundamentales y la justicia moderna.
Ubicación: Justo frente a la Plaza de Santo Domingo, cerca del Zócalo.
Horario: Abre todos los días, generalmente de 10:00 a 18:00 h.
Costo de entrada: Accesible (varía ligeramente por temporada), con descuentos para estudiantes y adultos mayores.
Recomendaciones: No apto para niños pequeños o personas sensibles; ideal para adultos interesados en historia, criminología o sociología.
Sí, si te interesa la historia desde una perspectiva crítica y sin censura. El Museo de la Tortura no es un lugar alegre, pero sí inolvidable. Es uno de esos sitios que dejan huella y abren preguntas sobre la naturaleza humana, la justicia y el uso del miedo como herramienta de poder.